¿Censura o estrechez mental?
Este artículo es una colaboración de Juan Francisco Berenguer, desde Murcia.

Últimamente he seguido con interés los problemas que está teniendo 9 barris con la censura de una entidad pública por la aparición de un cartel publicitario sobre una actividad cultural. Lo primero que se me viene a la cabeza es la palabra cutre, por lo miserable de la acción. Pero una vez que reflexiono lo veo más como observo el país: un cortijo en donde unos cuantos deciden lo que está bien y lo que los ciudadanos no pueden ver porque es de mal gusto o puede afectar a su sensibilidad.
No nos bastaba con lo inútiles que están demostrando ser con la gestión política del día a día para que, también, se metan con la moral, cuestión por otra parte muy del gusto de estos individuos y que llevan practicando a lo largo de toda la historia de este país.
Que un tío sentado frente a la pantalla, rodeado de comida y bebida sea para tanto, no me lo explico. Mientras, los dibujos animados de Homer Simpson son pasados por la televisión desde hace años y eso no molesta a estos papanatas. Claro, contra eso no pueden hacer nada, es más fuerte que ellos. Pero si se trata de un colectivo social de barrio no lo pueden permitir.
Lo que más me fastidia es que piensen por la gente. Si a la gente no le gusta ese cartel al final no irá a la actividad y cuando vean a los responsables se lo dirán y estos tomarán la decisión de retirarlo o no. Ellos creen que somos idiotas y no sabemos discernir entre lo bueno y lo malo y por eso toman la decisión por nosotros, pobrecitos, que no sabemos hacer la o con un canuto.
Además, les molesta todo lo que huela a promoción cultural de la gente sencilla. Desde que me muevo en estos mundos de la animación sociocultural siempre hemos defendido que lo importante no era que la gente asistiera a eventos culturales, que también, sino que las personas pudieran producir cultura para su propio desarrollo. Para mí siempre tendrá más valor apoyar a una banda de barrio que a los Rolling Stones. Los Stones, muy buenos, son cultura y también espectáculo y si quieres y puedes pagas una entrada y vas. Lo realmente importante es que un grupo de jóvenes formen su banda y quieran tocar en público. La gran mayoría no cumple su sueño pero lleva en la mochila un bagaje cultural y musical importante.
Hemos asistido en estos años de bonanza como políticos exigían a productoras la contratación para las fiestas patronales de un grupo porque a su niña o a su marido o mujer le gustaban mucho, y de paso poder entrar en el backstage para fotografiarse con ellos. Lo que se ha pagado en muchos pueblos pequeños por estas actuaciones ha sido indecente pero mientras, los pequeños grupos de teatro y bandas de jóvenes han sido ninguneados y no se les ha dejado un sitio para ensayar porque no gustaba lo que decían o porque tenían pintas muy raras.
Ahora no tienen ni para contratar a Fórmula V y sus hijos ya no pueden hacerse fotos con el ídolo de turno y, claro, siguen sin apoyar a esos pequeños grupos que producen cultura para pasarlo bien o para sentirse mejor. ¡Qué tontos del culo! Si algo supieran de política o de bien común sabrían que lo importante es esa gente de su pueblo que quiere crecer como personas.
Y no os quiero ni contar lo que pasa en los pueblos pequeños: el disparate.
Auténticos cazurros que vetan que jóvenes de su localidad hagan cosas en las instalaciones municipales porque su ideología es tal o cual. Y jóvenes que dicen que bajo ningún concepto quieren hacer nada en una dependencia municipal mientras no gobiernen los suyos porque si no estarían haciéndole el juego al enemigo. En fin: España.
Desde este espacio que me ofrece el blog Educacio Trasnformadora e invitado a realizar un post sobre la temática que eligiese, he creído que tenía que hablar de este tema porque es de justicia que los ciudadanos puedan expresarse libremente y desarrollarse como personas. Sin cultura no hay nada.
Gracias, Antonio.
Juan F. Berenguer Martínez (@trabaconjovenes)
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